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Retrato

Dicen los diccionarios, que un retrato constituye la apariencia de un individuo, especialmente de la cara, la descripción de la figura o carácter del mismo y de sus cualidades físicas o morales.

 

   Aunque puede estar bastante aceptada, la definición no hace justicia a la infinidad de formas en que una persona puede ser retratada, ya que el retrato puede considerarse una de las disciplinas más creativas de la fotografía.

   Es un género donde se reúnen toda una serie de iniciativas artísticas que giran en torno a la idea de mostrar las cualidades físicas o morales de las personas que aparecen en las imágenes fotográficas. El principio de un retrato suele consistir en ubicar el sujeto. Es conveniente emplear fondos no demasiado llamativos ni recargados que puedan distraer la atención el sujeto es lo más importante

   Muchas veces pensamos que hacer un retrato es cuestión de echarle horas, meditar sobre la colocación de las luces, entablar un diálogo con el retratado para llegar a buen fin... Las cosas no son así. Hay muy poca gente a la que le guste ser retratada, y normalmente se ponen nerviosos delante de una cámara. Por eso trabajar rápido es una de las obligaciones de los que se dedican a esta especialidad.

   Para hacer un buen retrato tienes que saber, antes de ver el lugar y antes incluso de hablar con el cliente, cómo vas a hacer la fotografía. En los retratos comerciales o de las grandes revistas hay mucha planificación, pero cuando trabajas para publicar al día siguiente o en una revista con poco presupuesto tienes que llegar a la entrevista, negociar con el periodista que se hace antes, si las preguntas o las fotos, y hacer bien tú trabajo en los diez minutos que te den. Y normalmente, si eres bueno, los retratos salen.
 

   Richard Avedon tenía todo el estudio montado, preparaba la cámara mientras el sujeto se colocaba, se ponía al lado de la cámara y no preguntaba nada. Sólo disparaba cuando era necesario. Y Henri Cartier Bresson tenía la cámara preparada para nada más que abrieran la puerta disparar sin ser visto ni esperado. Y conseguían obras maestras. Como dice Baudelaire:
 

   El retrato, un género aparentemente tan modesto, requiere una enorme inteligencia. Cuando veo un buen retrato, intuyo lo que le ha costado al artista, primero ver lo que hay ahí y luego adivinar lo que está oculto. Un buen retrato me parece como una biografía dramatizada, o más bien como el drama natural que habita dentro de cada ser humano.

   Un buen retrato no consiste en un alarde técnico, que también, sino en reflejar la personalidad del retratado. Si en la imagen vale más la colocación de las luces o la resolución de la cámara entonces tenemos un problema que hay que solucionar.

 

   La técnica es importante, pero nunca debe destacar por encima de la psicología del personaje. Si miramos la obra de los grandes que ya he nombrado, podemos descubrir obras que no palidecen al lado de las pinturas icónicas de Velázquez, Rembrandt o Rafael de Sanzio. Son fotografías perfectas, pero si las miramos con frialdad, descubrimos que su técnica es muy sencilla.

 

   Cartier Bresson no juega con las luces sino con el momento. Y Avedon hace lo mismo. Disparan cuando encuentran el momento de debilidad en el que la persona se desnuda con la mirada frente al objetivo. Da igual que disparen con un Leica o con una cámara de banco.

Para ser bueno en esta rama hay que conocer bien a la gente y ser rápido a la hora de disparar.
 

   Antes de empezar a trabajar profesionalmente, conviene que practiquemos con nuestros amigos y familiares hasta que seamos capaces de solucionar un retrato en el menor tiempo posible.

 

   Para que salgan bien las imágenes, el protagonista tiene que vernos seguros y que no perdemos el tiempo en colocar las luces o en buscar una localización. Pero esto sólo se aprende con práctica. Después de un tiempo podremos conseguir mejores resultados.

 

La fotografía de retrato no se aprende con una enciclopedia, se aprende con el tiempo

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