Evitar discusiones en su presencia:
Es frecuente que los padres mantengan peleas o debates legales delante de los niños. Esto puede provocarles miedo, angustia y desconfianza hacia los demás, ya que es la etapa en la que están aprendiendo a socializar. Cuando no logren ponerse de acuerdo, consideren hablar con un mediador o psicólogo especializado: esto los ayudará a reducir la hostilidad, al menos delante de sus hijos.
También es importante no hablar mal del otro frente a ellos: en casos donde haya resentimientos, lo mejor es compartir las opiniones con terapeutas, familiares o amigos.
Hablar con frecuencia del tema:
Evitarlo sólo ayuda a provocarles miedos e incertidumbre. Una vez que deciden divorciarse lo mejor es comunicarles sus planes entre los dos, en un clima de tranquilidad y de acuerdo mutuo.
Luego de esta primera etapa se debe permitir a los niños manifestar su tristeza y dolor: es importante preguntarles cómo se sienten y escucharlos con atención, aunque su respuesta cause angustia y desazón. También hay que estar predispuestos a responder las dudas que les irán surgiendo como por ejemplo dónde vivirán, con quién pasarán sus vacaciones o si tendrán que cambiar de colegio.
Hacerles saber que son amados:
Muchos niños asumen la culpa de la situación o creen que sus padres no los aman lo suficiente como para seguir viviendo con ellos. Hay que hacerles saber que no tienen responsabilidad alguna en el divorcio y tranquilizarlos cuando el otro padre no cumple con las visitas pautadas.
En este último caso, es conveniente dejarlos que se desahoguen por la ausencia del adulto, pero explicándoles que la falta de compromiso no siempre tiene que ver con el amor.
Mantener las rutinas diarias:
Esto favorecerá la comodidad y seguridad de los niños. Lo conveniente es conservar una coherencia respecto a la vida anterior, respetando sus horarios y actividades diarias, como por ejemplo ir al mismo club, mantener un programa de comidas y cumplir con las obligaciones del hogar.
También hay que procurar no malcriarlos: reducir los límites suele generarles más inseguridades y confusión. Es importante brindarles el afecto que necesitan sin dejar de asumir autoridad.
Respetar sus necesidades:
Es clave a la hora de establecer el tipo de custodia. A veces los padres buscan resolverlo mediante una batalla legal y olvidan pensar en qué es lo mejor para sus hijos. Hay que tener en cuenta que algunos niños se adaptan fácilmente a un doble hogar, mientras que otros necesitan vivir en un sólo espacio y recibir las visitas en él. Pensar en cuál es la situación que más le conviene y buscar que el cambio sea gradual es fundamental para evitarles más estrés.
Buscar la ayuda de terceros:
Los padres también deben recibir contención en el proceso. Por lo general, los niños más grandes buscan consolar a los adultos pero, aunque resulte tentador, no es bueno desahogarse con los hijos. En su lugar, hay que considerar recibir ayuda a través de grupos de apoyo, psicólogos, familiares o amigos.
Divorcio, visto desde los más pequeños de la casa
Conmoción, tristeza, frustración e incertidumbre son algunas de las sensaciones típicas que atraviesan los niños cuando sus padres se divorcian. Si bien la reacción siempre depende de la edad, la personalidad y el tipo de circunstancias en las que se produce la ruptura, este proceso por lo general marca un antes y un después en grandes y chicos.
En las primeras etapas de este proceso los pequeños pueden manifestar comportamientos inusuales que varían de acuerdo a su edad, como por ejemplo berrinches, falta de apetito, bajo rendimiento escolar y desobediencia a sus padres. Aunque ellos mismos deban madurar esta situación, son los adultos los responsables de asegurarles un clima de amor, afecto, estabilidad y entendimiento.
Algunas de las claves para ayudar a los pequeños a transitar mejor un divorcio son: